lunes, 9 de enero de 2012

La Evaluación del Perfil de Egreso de la Licenciatura de Educación Preescolar

La Evaluación del Perfil de Egreso de la Licenciatura de Educación  Preescolar



por Salvador Villarreal González
salvadorvglz@yahoo.com.mx

Resumen:

Al tener la institución un perfil de egreso de la carrera de Licenciatura en Educación Preescolar, entonces también se tiene una concepción del maestro que se quiere formar en su trayecto escolar, del cómo hacer eso, con qué y en qué momento y cómo evaluarlo, y esto se convierte en clave central de la misión de la institución educativa. Sin embargo, el plan tiene una falla de origen, pues no contempla la sistematización del proceso de formación de dicho perfil en los alumnos, porque la evaluación opera a través de la fragmentación del todo en asignaturas, que no explicitan el compromiso y peso específico que aportan a dicho perfil, y ese debiese ser el valor real de las asignaturas. El perfil de egreso está planteado en términos de competencias profesionales genéricas o comunes y específicas

Palabras Claves: perfil de egreso, competencies, evaluación, autoevaluación , sistematización


1. Antecedentes

Uno de las principales objetivos y por ello misión de toda Institución educativa es el lograr, durante el proceso o trayecto formativo que transita el alumno, los rasgos deseables o las competencias profesionales que se encuentran contenidas en el perfil de egreso de su nivel educativo o carrera y que constituyen el referente principal para la elaboración, desarrollo y evaluación del propio plan de estudios. En efecto, el propio Plan de Estudios 1999 señala: “Los rasgos del perfil son el referente principal para la elaboración del plan de estudios, pero también son esenciales para que las comunidades educativas normalistas dispongan de criterios para valorar el avance del plan y los programas, la eficacia del proceso de enseñanza y de los materiales de estudio, el desempeño de los estudiantes, así como las demás actividades y prácticas realizadas en cada institución.” (SEP, 1999:9)

Generalmente, ante las dificultades encontradas para alcanzar dicho perfil se aluden un sin número de razones, principalmente se pueden señalar las referidas a: los prerequisitos o perfil de ingreso o de las carcaterísticas de los estudiantes al ingreso; la insuficiencia del tiempo disponible en la realización del plan y programas, o en su complemento, la sobrecarga de los planes de estudio o las debilidades de la malla curricular. Y otros pocos hablan más bien del desarrollo curricular; de la implementación del programa, de sus normas de operación pero, sobre todo,  de la  organización académica en su implementción, cuidando la inducción y actualización al tomar las asignaturas respectivas por los docentes y sus trayectos formativos.

Los prerequisitos o perfil de ingreso, o de las carcaterísticas de los estudiantes al ingreso.

Ciertamente que la misma capacidad de la institución hace que estructuramente sea “selectiva”, es decir, sólo puede recibir un delimitado número de alumnos y no más, determinado por la infraestructura y planta de personal con la que cuenta; y si recibe más, entonces ésto modoficará el funcionamiento  general con un periodo de inestabilidad institucional. Es decir, hay una serie de exigencias, requisitos o prerequisitos solicitados  para inscribirse al proceso de ingreso o admission en las Instituciones de Educación Superior ( IES). Quierase o no reconocer, hay un perfil de ingreso que la institución acepta, y opera al menos fácticamente.

Uno de éstos requisitos es obviamente el certificado de estudios concluidos de bachillerato o educación media (más conocida como “media superior”). Sin embargo, para algunas Instituciones de Educación Superior (IES)  no basta con presentar el certificado, que por sí mismo es aprobatorio del nivel y que justamente lo certifica, sino que además, a los solicitantes se les  exige como otro requisito el que se tenga una calificación personal con un promedio general mínimo de 8 (o mayor) en el certifiado de estudios. Esta acción se piensa que selecciona entre los solicitantes porque ello implica algunas mejores competencias, cuando menos para el estudio.

Sin embargo, para realizar estudios superiores en México, al menos en las instituciones educativas públicas, que es nuestro caso, sólo es requisito el certificado de educación media superior y no un promedio general definido de aprobación. Cuando la ENEP o cualquier otra IES niega el acceso institucional a los alumnos que presentan un certificado del nivel antecedente y exige un promedio general más alto del aprobatorio por el propio nivel para asegurar el acceso al nivel educativo siguiente, entonces hace una flagrante violación a un derecho ciudadano al acceso e ingreso de instituciones públicas en México. Por ello, esta acción institucional podría ser objeto incluso de una sanción o reclamo por la Comisión de Derechos Humanos, previa solicitud expresa de un ciudadanos (alumno) omitido por dicha razón. Porque todo alumno con certificado de estudios terminados debiera tener la misma oprtunidad de acceso al nivel superior siguieinte, esto no sería un obstáculo a su admisión. En todo caso serían otros los dispositivos  y los elementos que definian o no su admision al nivel siguiente, y a una institución concreta de carácter público, que como por ejemplo, plantean como un sistema de selección de solicitantes el realizar un examen de admisión (externo/interno) y en muy pocas ocasiones, un examen de orientación vocacional respectivo.

Generalmente, las IES operan con un examen de ingreso o admisión, donde el alumno deberá obtener un puntaje mínimo definido para ser seleccionado y aceptado para ingreso por habilidades y conocimientos específicos al nivel educativo. De tal suerte que los puntajes más altos obtenidos por los alumnos que lo presentan serán seleccionados y aceptados según corresponda con la capacidad de oferta de ingreso intitucional. Pero generalmente  estos instrumentos no integran ni valoran los intereses vocacionales del alumno, el cual sería un indicador básico para un proceso de selección a una profesión definida. Es sabido que un porcentaje de alumnos generalmente ingresan no por el interés y convencimiento personal sobre el desarrollarse en esta profesión, sino que son influenciados por familiares que dentro del sistema educativo ven aún una mejor opción de trabajo professional para sus hijos. Sin mbargo, estos alumnos son siempre no rechazados porque no hay instrumento que los seleccione. Pero ya en el proceso formación inicial comienzan expresarse problemas escolares evidentes: ausentismo, poca participación e integración en equipos de trabajo, bajas calificaciones,  hasta asignatutaras reprobadas. Algunas IES si utilizan este instrumento de orientación vocacional para también seleccionar solo aquellos alumnos que se sabe tienen una actitud muy favorable a la profesión de la docencia, que tienen una claridad en su horizonte de vida, el llegar a ser un maestro o educadora en este nivel educativo. Debe haber elementos indicativos que permitan asegurar un éxito en el trabajo y relación con un grupo de niños de edad preescolar específicamente, debe gustarle trabajar con niños de 3 a 6 años, con compañeros docentes y personal de la institución, autoridades educativas y padres de familia de sus niños respectivos.
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La insuficiencia del tiempo disponible en la realización del plan y programas, o en su complemento, la sobrecarga de los planes de estudio o las debilidades de la malla curricular.

Las competencias que definen el perfil de egreso en la Licenciatura de Educación Preescolar (LEP) se agrupan en cinco grandes campos: habilidades intelectuales específicas, dominio de los propósitos y contenidos básicos de la educación preescolar, competencias didácticas, identidad profesional y ética, y capacidad de percepción y respuesta a las condiciones de sus alumnos y del entorno de la escuela (SEP,  1999).

El currículo se organiza por actividades generales, que por su forma de operación o realización son: las actividades escolarizadas, las actividades de acercamiento a la práctica escolar y la práctica intensiva en condiciones reales de trabajo. Cada una de ellas con una orientación o carácter de formación común y otras más con una orientación o carácter de formación específica, en nuestro caso, educación preescolar (SEP, 2001; 1999).

Así pues, cada asignatura o espacio curricular aporta o promueve el desarrollo de ciertas competencias más que otras. Es decir, tienen un peso específico en el desarrollo del perfil de egreso. Por ejemplo, la asignatura de Taller de Diseño de Actividades Didácticas I y II, tiene un compromiso  y un peso específico mucho mayor para promover dentro del perfil de egreso el desarrollo del campo formativo “Competencias didácticas”, que el peso específico que aporta al mismo campo formativo la asignatura de “Cuidado de la salud infantil”, quien a su vez tiene un mayor peso específico en el desarrollo del campo formativo “Capacidad de percepción y respuesta a las condiciones sociales del entorno de la escuela”, por ejemplo.

Sin embargo, a nuestro humilde juicio el plan tiene una falla de origen, pues no contempla la sistematización del proceso de formación de dicho perfil en los alumnos, porque la evaluación opera a través de la fragmentación del todo en asignaturas, que por otra parte no explicitan a detalle y en forma operativa el compromiso y peso específico que aportan cada una a dicho perfil, y ese debiese ser el valor real de las mismas.


Y a pesar de que existen las competencias genéricas profesionales en cada campo de formación respectivo, realmente no se evalúa el desarrollo del campo, porque nos quedamos en la fragmentación de las asignaturas, sin integrar o considerar el otro nivel, de campo, de perfil de egreso. Además, dejamos que sea la alumna la que evalúe el desarrollo de sus competencias o rasgos del perfil de egreso, es decir, usamos sólo la autoevaluación del perfil de egreso como único instrumento para evaluar el desarrollo de sus campos formativos y las competencias específicas que le corresponden. Ciertamente se valora el papel del alumno como protagonista y gestor de su formación, que supone asumir acciones de autocrítica, de implicación y toma de decisiones  sobre su futuro personal y profesional, pero ésta práctica que debe continuarse,  no es suficiente.

Por otra parte, sabemos que los “saberes prácticos”, declarativos o procedimentales, no son generados propiamente por la enseñanza normalista o educación superior profesional recibida, porque éstos sólo se adquieren en el contexto socioprofesional específico, en su lugar de trabajo o de práctica profesional (Perrenoud, 1994). Y justamente,  algunas de las competencias a desarrollar en los alumnos se logran a través de éste aprendizaje situacional o experiencial que se realiza en el lugar de la práctica docente.

Es evidente un diferencia de actitud o identidad profesional muy contrastante entre los alumnos de tercer grado de formación inicial y los alumnos  cuarto año de la ENEP, es decir, en cada grupo aparecen preocupaciones o dilemas diferentes: en unos, el manejo técnico o procedimental de las modalidades pedagógicas por aprender (Proyecto, Unidad de trabajo, Rincones y Talleres) y estrategias de aprendizaje en su implementación  por el alumno normalista; en otros, la preocupación central es el avance de cada niño y el grupal en general así como el avance de su Documento Recepcional. Hay una responsabilidad ética y moral que surge para con los padres de familia, para con los docentes y la escuela donde realiza su práctica pero, y sobre todo, para con los niños. Un compromiso serio y de una identidad directa con la profesión. Pero esto ocurre por la  experiencia  vivencial que permite el periodo de la jornada.

Mientras los alumnos de tercer año lo ven más como un compromiso escolar, una tarea impuesta, algunos más quizás como una tarea necesaria para su formación profesional. Muy pocos pensarán que sus “intervenciones educativas” o “prácticas escolares” tengan algún efecto directo en el desarrollo del niño, y menos del grupo o sección, porque ven más sus propias “acciones docentes” que las respuestas propias de los niños a sus “diseños de actividades” o de la planificación de la jornada de observación y práctica y mucho menos de su impacto en la escuela y la comunidad.

Ciertamente que mucho tiene que ver el poco tiempo de la jornada, (que llega a tener un equivalente al 20% del ciclo escolar y de presencia educativa),   para no generar en el alumno de tercer grado el compromiso docente y, por ende, la responsiva directa con los niños, los padres de familia, los docentes  y la escuela en general. Esto sólo ocurre cuando al alumno practicante de cuarto año se le otorga un tiempo de jornada equivalente al 65% del trabajo docente que se realiza en un jardín de niños. Entonces se dan las condiciones para que se generen tanto un compromiso ético por la responsiva del desarrollo educativo de lo niños y, con ello, una identidad con la profesión

En este sentido, tiene un particular valor la práctica intensiva en condiciones reales de trabajo, porque cuando el alumno se ve sometido a una situación real de ejercicio profesional, cuando asume la responsabilidad de encargarse de la atención educativa de un grupo de niños durante el 65% del calendario escolar, el de tener que enfrentarse a las demandas de otras personas (directoras, educadoras, padres de familia), adaptarse a las reglas del trabajo y a las exigencias del contexto de prácticas, etc., todo ello supone un tipo de implicación personal profunda y diversa, que simplemente atender unas explicaciones en clase. (Zabalza, 2011)

Este periodo de prácticas supervisadas (por un tutor y un asesor) en contextos reales de trabajo, fuera de la propia institución académica, es lo que se conoce en España como Prácticum. Zabalza lo define como “el periodo de formación que pasan los estudiantes en contextos laborables propios de la profesión: en fábricas, empresas, servicios, etc.; constituye, por tanto, un periodo de formación (...) que los estudiantes pasan fuera de la Universidad trabajando con profesionales de su sector en escenarios de trabajos reales (2003:45). Para Tejada, el Prácticum puede ser visto como el desarrollo de un trabajo por competencias, “como espacio de intersección, integración y encuentro de la teoría y la práctica,” (2005:15). Por ello, desde el mínimo apunte definitorio, “el Prácticum supone la condensación del perfil profesional, a la vez que él mismo se convierte en el máximo referente para su diseño. Dicho de otra forma, el Prácticum no es otra cosa que la competencia general del perfil” (Tejada,2006:3).

Esto nos hace reflexionar que debiéramos tomar más en serio el análisis y la evaluación de los campos formativos del Perfil de egreso y sus competencias respectivas en los alumnos de 7º y 8º semestre, quines realizan sus prácticas intensivas en condiciones reales de trabajo. Y que todas las implicaciones organizativas y de gestión para realizar este proceso debieran ser facilitadas por la institución formadora.


Pero como las competencias no pueden ser observadas directamente, sino inferidas por el desempeño o acciones específicas, entonces para la evaluación de competencias se requiere la articulación de dispositivos válidos y fiables  donde se puedan evidenciar que las mismas se poseen. Como lo señala Tejada, “el problema fundamental de las evidencias no es su tipología, sino fundamentalmente su determinación en clave de qué conocimientos, destrezas o habilidades, actitudes… se desean medir, cuántas evidencias se requieren, cuántos tipos diferentes de evidencias. Esto obliga a determinar qué tipos de desempeño permitirán reunir evidencias, lo cual nos remite a la cantidad y calidad suficiente de las evidencias que debemos recoger. Se entiende por evidencia suficiente el mínimo imprescindible que debe ser evaluado. La atribución de la competencia requiere que estas evidencias tengan «suficiencia» necesaria respecto a que se han alcanzado los estándares de competencias fijados. (Tejeda,2011:734)

Y a pesar de que se cuenta con una Ficha de evaluación del tutor, de una ficha de evaluación del asesor, de la ficha de autoevaluación del alumno, no hay un sistema que permita reflejar el desarrollo de este Perfil de Egreso en nuestros estudiantes, y sería bueno trabajar en eso, independientemente que estemos en un Plan de salida.










Bibliografía:

Perrenoud, P. (2007). Diez nuevas competencias para enseñar. Col. Biblioteca del Aula, núm.196, Barcelona: Graó.



Tejada, J.  (2005).  El trabajo por competencias en el prácticum: cómo organizarlo y cómo evaluarlo. Revista Electrónica de Investigación Educativa, Vol 7 (2). Consultado el día 23 de noviembre de 2011 en: http://redie.uabc.mx/vol7no2/contenido-tejada.html



Tejada, J. (2006)  El Practicum. Jornadas sobre el futuro Grado de Pedagogía. Consultado el día 23 de noviembre de 2011 en http://firgoa.usc.es/drupal/files/Ponencia12_Bloque6_Jose_Tejada.pdf


Tejada, J. (2011) La evaluación de las competencias en contextos no formales: dispositivos e instrumentos de evaluación. Revista de Educación, 354. Enero-Abril 2011, pp. 731-741. España: Ministerio de Educación. Consultado el día 23 de novirmbre de 2011 en:

Secretaría de Educación Pública (2001) Función y características  de las actividades de observación  y práctica en la formación  inicial de educadoras. Licenciatura en Educación Preescolar. Plan 1999. México:SEP. Disponible en:

Secretaría de Educación Pública  (1999) Plan de Estudios 1999. Licenciatura en Educación Preescolar. Documentos básicos. México: SEP Disponible en:

Zabalza, M. A. (2002). Competencias personales y profesionales en el Practicum. Consultado el día 23 de noviembre de 2011 en: http://redaberta.usc.es/uvi/public_html/images/pdf2001/zabalza.pdf


Zabalza, M. A. (2003). Competencias docentes del profesorado universitario. Calidad y desarrollo profesional. Madrid: Narcea.


Zabalza, M. A. (2011). El Practicum en la formación universitaria:  estado de la cuestión. Revista de Educación, 354. Enero-Abril 2011, pp. 21-43. España: Ministerio de Educación. Consultado el 23 de noviembre de 2011 en: